Siempre dijiste
que es mejor no saber,
vivir en la sombra,
no querer entender.
Yo no te escuché…
destapé la maldita verdad,
y ahora tu recuerdo
no me deja en paz.
Hice cosas que no debía,
perdón por mi cobardía.
Guardé mis miedos, mis dolores,
mientras tú ya sabías de amores.
Cuando llegabas, reinaba la calma,
una ducha, un abrazo, y paz en el alma.
A mesa puesta, tu risa llegaba,
yo entre caricias todo olvidaba.
Cómo duele este silencio frío,
mi refugio sin tu rocío.
Hay días buenos, contados, fugaces,
y noches eternas
lamentando que ya nada me abrace.
(Coro)
Aquel sofá aún guarda tu olor,
la terraza suspira tu color.
Cada rincón me grita tu voz,
y yo me rompo al recordarnos los dos.
Tu cama es un eco que quema,
mi alma arrastra esta pena.
Por saber lo que no debía,
por buscar lo que ya dolía.
Mi curiosidad mató la ilusión,
me robó la fe, quebró mi razón.
Pero entre sombras y tempestades,
tu amor aún pesa en mis soledades.
Cuando me pides subir a pensar,
compartir ideas, volver a crear,
mi pecho tiembla, no puedo fingir,
porque ese lugar me hace morir.
Puedo reír si tú estás,
pero al cerrar la puerta ya no hay paz.
Tu voz resuena, me vuelve a herir,
me dice en silencio “debes huir”.
(Coro)
Aquel sofá aún guarda tu olor,
la terraza suspira tu color.
Cada rincón me grita tu voz,
y yo me rompo al recordarnos los dos.
Tu cama es un eco que quema,
mi alma arrastra esta pena.
Por saber lo que no debía,
por buscar lo que ya dolía.
Y aunque duela,
aunque me parta,
tu nombre aún quema,
aún me marca.
La mujer de mi vida,
sin disfraz
la única que amé… de verdad.
(Coro)
Aquel sofá aún guarda tu olor,
la terraza suspira tu color.
Cada rincón me grita tu voz,
y yo me rompo al recordarnos los dos.
Tu cama es un eco que quema,
mi alma arrastra esta pena.
Porque ya no eres mía,
porque sigues siendo mi poesía.
Fuiste tú
lo que me hizo amar de verdad.
